El spleen de París

las tristes ventanas donde la lluvia ha trazado surcos en el polvo

Hay naturalezas puramente contemplativas, impropias totalmente para la acción, que, sin embargo, merced a un impulso misterioso y desconocido, actúan en ocasiones con rapidez de que se hubieran creído incapaces.

¡Sí! Reina del tiempo. Ha reasumido su brutal dictadura. Y me azuza, como si fuese un buey, con su doble aguijón: "¡Arre, pues, borrico! ¡Suda, esclavo! ¡Vive, pues, maldito!"

Os aseguro que ahora los segundos están fuerte y solemnemente acentuados, y cada uno, al brotar del péndulo dice: "Yo soy la vida, la insoportable, la implacable vida".

Se respira aquí ahora lo rancio de la desolación.

El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido.

Allí el alma toma un baño de pereza, aromatizado por el pesar y el deseo. Es algo crepuscular, azulado y rosáceo; un sueño de voluptuosidad durante un eclipse.

Entonces la viejecilla se retiró a su soledad eterna, y lloraba en un rincón, diciendo: «¡Ay! Ya pasó para nosotras, hembras viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aun a los inocentes; ¡y hasta causamos horror a los niños pequeños cuando vamos a darles cariño!»

¡Cuántas tonterías evitó que hiciese, con lo que siento no haberlas cometido!

Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua.

Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos