“Trastornos” nos orienta imperceptiblemente hacia otro campo etimológico: “tornar” es: “1. Devolver una cosa a quien la poseía; 2. Volver a poner algo en su lugar habitual; 3. Cambiar la naturaleza o el estado de una persona o cosa. 5. Regresar el lugar de donde se partió”, mientras que “trastornar” es “1. Volver una cosa de abajo arriba o de un lado a otro; 2. Invertir el orden regular de una cosa; 3. (fig.) Inquietar; 4. Perturbar el sentido, la conciencia o la conducta de uno, acercándolos a la anormalidad; 5. Inclinar o vencer con persuasiones el ánimo o dictamen de uno, haciéndole deponer el que antes tenía”. El “trastornado” es, pues, alguien que ha cambiado, ha desplazado lo que antes estaba en su sitio hacia un lugar inesperado, próximo de la anormalidad, el que no regresa siempre al mismo sitio, el que no hace como el “torno” o el “tornillo” que da vueltas siempre sobre el mismo eje