Pero al pasar una rápida revista mental por todas estas potencialidades gastronómicas especializadas de nuestra ciudad, me aparecía, de pronto, patente su importancia, su magnitud, su universalidad —y la bendición que representa, a pesar de todos nuestros retobos contra el gobierno—, el hecho de que habitemos un punto singular y privilegiado del planeta en que el chino, y el árabe, y el español, y el polaco, y el rumano, y el francés, y el yanqui, coman todos a su placer, y a nadie le falte, ni muera nadie de hambre; y en donde, si alimentarse en lugares caros es concomitantemente oneroso, es también cumplidamente posible hacerlo en restaurantes y fondas modestas